Me llamo Macarena, y nací un domingo 25 de enero del año 76 en la tierra de los boquerones. Mi madre me cuenta que tenía mucha prisa por nacer (y yo añado, y por contribuir), por lo que no pudo llegar a la habitación y vine al mundo en el pasillo del hospital.
Soy la segunda de cinco hermanos, aunque durante un mes al año comparto la primogenitura con mi hermano mayor jejeje.
Comencé mi carrera de Derecho en Málaga y la terminé en Madrid, carrera que me ha permitido, entre otros aspectos, sistematizar, ordenar y conectar toda la información que día a día manejo.
Desde hace más de 20 años convivo con una de las personas de las que más aprendo y con la que más retos hemos ido superando.
Compartimos el amor incondicional hacia nuestros dos hijos. Dos personas intensamente emocionales, creativas, críticas y conciliadoras, y con quienes hemos aprendido la importancia de respetar y confiar en los procesos. Tarea por cierto, ardua y complicada.
Mi afán, desde pequeña, por comprender, entender y dar sentido al comportamiento humano me llevó en el año 2013 a profundizar en un camino muy centrado en la educación. Esa andadura comenzó ocho años antes, en el mismo momento en que supe que estaba embarazada de mi primer hijo.
Por aquel entonces vivíamos en Barcelona, y yo gozaba de esa bendita inocencia que poseemos las madres y padres primerizos y que nos ayuda a imaginar la crianza como los coloridos escenarios de aquellos dibujos de mi generación llamados los osos amorosos.
Y entonces nació mi primer pequeño gran maestro, y la vida me dio mi primera lección como madre, y esa inocencia primeriza comenzó a tomar contacto con la realidad.
Quizás, lo más importante que junto a mi hijo aprendí en aquellos años, fue descubrir la magia de la expresión y exteriorización del amor maternal como requisito imprescindible a la supervivencia infantil.
A los cuatro años nació mi segundo pequeño gran maestro, y con él aprendí, entre otras muchas cosas, que la conexión debe preceder siempre a la reflexión, y que la lógica deja de tener sentido cuando la pertenencia entre las personas se pierde.
Los retos familiares se extrapolaron a diversos contextos sociales: escuela, trabajo, amistades… y es en ese momento en el que decido estudiar de manera consciente y explícita y compartir este proceso con todas aquellas personas que muestran esa inquietud por la mejora de las relaciones humanas.
Me gusta llamar a mis formaciones encuentros reflexivos de aprendizaje, ya que es eso lo que hacemos: nos reunimos, compartimos, reflexionamos y buscamos alternativas si es que es necesario.
Entre todas las personas participantes construimos un puzle, un puzle en el que, de manera consciente, e independientemente del entorno donde lo queramos aplicar, buscamos crear espacios de seguridad, pertenencia y motivación, y para ello, nos sustentamos en tres grandes pilares: Las neurociencias, la disciplina positiva como sistema educativo democrático, y la resolución constructiva de conflictos.
¿Deseas saber un poquito más sobre mi trayectoria o formación académica?